Los seres humanos, al igual que todos los seres vivos, estamos dotados de unas características específicas que orientan nuestra existencia. Las partículas que componen a todos los seres están formadas por energía vibrante, cuyo movimiento constituye el impulso vital básico.
En el mundo vegetal conocemos el fototropismo como el fenómeno por el cual las plantas crecen en dirección hacia la luz, necesaria para su supervivencia; esta cualidad es inherente a su naturaleza.
En el mundo animal, hablamos del instinto como de una inteligencia natural, innata, que rige el comportamiento sin necesidad de que intervenga la voluntad. El instinto se manifiesta en los impulsos naturales no aprendidos que orientan la vida animal en determinadas direcciones como la conservación o la reproducción.
Igualmente, los seres humanos tenemos nuestra propia orientación vital, basada en las potencialidades inherentes a nuestra naturaleza, potencialidades que se manifiestan en la infancia y que evolucionan o se bloquean en función del proceso de adaptación al medio social en que vivimos.
Tal vez, la naturaleza genuina del ser humano o la esencia no pueda ser conocida y mucho menos definida, pero podemos contemplar sus manifestaciones como los impulsos de vida que constituyen una orientación implícita a la existencia.
Nuestro organismo biológico es una unidad funcional psicosomática y energética. Nuestro cuerpo tiene la capacidad de experimentar en relación consigo mismo, con los demás y con la naturaleza, y puede almacenar el recuerdo de nuestras experiencias. La capacidad de nuestro cerebro de percibir, almacenar y procesar información es difícilmente calculable.
Aunque cada órgano, aparato o sistema de nuestro cuerpo tiene una función determinada, como los pulmones, respirar; el estómago, digerir; el corazón, bombear; los músculos, moverse; los ojos, ver; los oídos, escuchar; el aparato genital, reproducirse; el sistema hormonal, regular; el sistema nervioso, percibir, coordinar y dirigir. Todos colaboran e interactúan para que la vida sea posible.
El aparato respiratorio toma el aire al inspirar y facilita que éste llegue al sistema circulatorio, que lleva el oxígeno a todas las células de nuestro cuerpo y devuelve a los pulmones el dióxido de carbono resultante de la combustión, que es expulsado en la espiración.
El aparato digestivo toma los alimentos, los elabora para facilitar que la sangre pueda repartir los nutrientes a todo el organismo y elimina los desechos resultantes de la digestión. Los riñones eliminan otra parte de los desechos a través de la orina.
Los órganos de los sentidos son las ventanas a través de las cuales conectamos con el mundo exterior. La información recibida por nuestros sentidos llega a nuestro cerebro, que almacena, procesa y elabora las experiencias sensoriales, y reacciona dando las ordenes oportunas para la protección y conservación de la vida.
El aparato locomotor tiene la función de proporcionarnos el movimiento que necesitamos para alimentarnos, respirar y relacionarnos con nuestro entorno.
El sistema nervioso almacena la información de todas nuestras experiencias y es el centro coordinador y regulador del funcionamiento de todos nuestros órganos. También es el impulsor de nuestros movimientos.
Así pues, todo el organismo trabaja coordinado en una unidad funcional para que se dé el milagro de la vida. Por ejemplo, para que los músculos realicen un movimiento necesitan la función respiratoria que les facilita el oxígeno; la digestiva que prepara los nutrientes para que el sistema circulatorio los lleve a las células, al aparato locomotor que sostiene y mueve nuestro cuerpo, y al sistema nervioso que coordina todas las funciones.
Nuestro organismo es como un microcosmos que vive en unidad con el macrocosmos. Interactuamos con el universo que nos proporciona lo necesario para que la vida sea posible. Necesitamos agua y alimentos, que nos ofrece La Tierra; el oxígeno de la atmósfera, la luz y calor del sol, indispensables para la vida del planeta. A su vez, el sistema solar interactúa con la Vía Láctea, que según los cálculos científicos contiene entre 200 y 400 millones de estrellas. La Vía Láctea pertenece a un grupo de 40 galaxias que constituyen el denominado Grupo Local. El espacio es ilimitado, misterioso y desconocemos muchas de sus interacciones, tanto a nivel vital como energético, imposibles de medir y comprender por la mente humana, pero todos sabemos que el universo es “Uno”, aunque “diverso”, porque contiene infinidad de formas.
La conciencia de nuestro cuerpo nos aproxima a conocernos a nosotros mismos, a los demás y al mundo que nos rodea. El sentido básico de la existencia es vivir de acuerdo con nuestra naturaleza, escuchando nuestro cuerpo, confiando en su sabiduría organísmica y capacidad de autorregulación que nos proporciona los recursos necesarios para interactuar con el medio.
Si nuestro cuerpo hablara, diría que hemos venido a este mundo a respirar, alimentarnos, movernos, relacionarnos, ver, escuchar, pensar, sentir y, sobre todo, a aprender, como una necesidad básica para nuestra supervivencia. El sentido de la vida es vivir, aunque lo más obvio pasa a menudo de largo ante nuestros ojos. Pero ¿cuál es la orientación de nuestra existencia?; ¿cuáles son las cualidades básicas y las funciones de nuestro ser esencial?.
Nuestra vida está orientada hacia el amor-unión, el conocimiento, la libertad y la creatividad, que podemos considerar como impulsos, entendidos estos como una energía o fuerza que nos lleva a una acción. Naturalmente, esta orientación no contradice la existencia de los impulsos agresivos que parten de nuestro instinto de conservación para protegernos a nosotros mismos o a nuestros seres queridos cuando sentimos amenazadas nuestras vidas.
En este trabajo contemplamos los cuatro impulsos que consideramos esenciales en la orientación de la existencia humana:
El Conocimiento que nos orienta a aprender, investigar, descubrir y buscar la verdad acerca de nosotros mismos, de los demás y de la naturaleza. El conocimiento en todas sus dimensiones ha influido decisivamente en el proceso de evolución de la humanidad.
El amor-unión que es un impulso propio de nuestra naturaleza como seres sociales; necesitamos de los demás, nuestra orientación esencial se dirige hacia el amor. Incluso cuando bloqueamos esta capacidad, necesitamos la solidaridad ante la inevitable necesidad de interactuar con los demás.
La libertad que nos impulsa a ser congruentes con nuestra naturaleza esencial, pero también implica la capacidad de elegir y actuar según nuestra voluntad, fluyendo o reprimiendo nuestros impulsos y emociones, actuando según los dictados de la razón, conforme a los valores universales como el amor, la verdad y el bien, o de acuerdo con nuestros intereses egoicos. La libertad es una capacidad que nos permite ser autónomos, creadores y responsables de nuestra propia existencia.
La creatividad que es una de las características más peculiares de nuestra especie. Nos permite contactar con las infinitas posibilidades de la mente y manifestar nuestra individualidad de forma nueva y original ante las diferentes experiencias que la vida nos ofrece en cada momento.
Estos impulsos o capacidades han sido contemplados por la filosofía, la ciencia y las tradiciones de sabiduría como potencialidades básicas de nuestro ser esencial que necesitamos desarrollar para sentirnos más completos y encontrar un sentido a nuestras vidas.
El impulso de conocer
El Impulso de curiosidad lleva al niño a explorar y conocer todo lo que está al alcance de su experiencia. En una primera etapa necesita experimentar con su propio cuerpo y sus posibilidades sensoriales, perceptivas y motrices, como demuestran diversos estudios psicopedagógicos y como podemos observar en el comportamiento infantil.
Posteriormente, a medida que van apareciendo lenguaje y pensamiento, quiere saber el porqué y para qué de todos los fenómenos, tanto internos como externos.
El ser humano encuentra placer y autorrealización cuando materializa su impulso natural de conocer en un proceso de aprendizaje, coincidente con su motivación, lo que facilita la expansión de su conciencia. El impulso de aprendizaje nos acompaña toda la vida.
El impulso de amor-unión
El niño se desarrolla biológica y energéticamente en el vientre de su madre, viviendo en unidad con ella hasta su nacimiento. El impulso de unión se prolonga durante el periodo de amamantación y los primeros años de su infancia.
Progresivamente, establece nuevos vínculos con su padre, hermanos, familia, otros niños y la naturaleza. Su tendencia es a sentirse unido e integrado en su mundo, interactuando con él para encontrar su propio equilibrio.
El impulso de unión se manifiesta como una necesidad básica para la supervivencia y evolución de la especie. Nuestra vida emocional gira en gran parte en torno a nuestra necesidad de amor, reconocimiento, valoración, aceptación, o lo que A. Maslow presentaba como “la necesidad de pertenencia al grupo”.
El amor y la compasión son los sentimientos unitivos por excelencia, ambos constituyen una orientación básica que da mayor sentido a nuestras vidas.
El impulso de ser
La necesidad de ser va estrechamente ligada a nuestra necesidad de libertad para poder fluir con las pulsiones vitales naturales que emanan de nuestro potencial y que van evolucionando a lo largo de la vida. Necesitamos manifestar lo que somos y compartir nuestros pensamientos y emociones con los demás para reafirmar nuestra existencia.
Cuando nacemos estamos libres de la razón, como decía Aristóteles nuestra mente es “tabula rasa”. Aunque nuestro organismo biológico procesa y conserva la memoria de todas nuestras experiencias de la vida uterina, todavía no se ha desarrollado nuestro pensamiento.
El potencial de nuestra esencia es como una semilla que necesita crecer y desarrollarse en relación con el medio, ya que los humanos somos seres en continuo proceso de evolución. La necesidad de ser, fluir con libertad y compartir son básicos para nuestro desarrollo y autorrealización
El impulso creativo
Desde sus experiencias de aprendizaje, el niño se comparte con el mundo en forma creativa y espontánea, entrando en juego su curiosidad, su imaginación, su intuición y la búsqueda de nuevas experiencias. El acto creativo es una expresión de nuestro mundo interno en interacción con el mundo, con la característica de que podemos darle nuestra propia forma, original y única. La creatividad nos invita a fluir, a experimentar lo nuevo, plasmando nuestros sueños, anhelos, intuiciones, o dejando volar nuestra imaginación hacia nuevos constructos y experiencias.
La inspiración surge del contacto con nosotros mismos o con nuestro entorno, que constantemente nos presenta nuevas experiencias que nos requieren una actitud abierta para crear nuevas respuestas. Un niño puede imitar, crear y construir su propia forma de estar en el mundo, a pesar de los condicionamientos que le exigen ser de una manera determinada para adaptarse a la cultura en la que le toca vivir.
En función de nuestro proceso de culturación, estos impulsos pueden crecer o quedar estancados, frenando nuestro proceso de evolución; incluso podemos sufrir una involución en circunstancias desfavorables. En la medida en que nuestros impulsos o cualidades esenciales se estancan o involucionan, crecen los automatismos, perdemos el contacto con nuestro ser esencial y creamos una personalidad para integrarnos en nuestro medio como forma de mantener nuestro sentido de pertenencia a la especie humana.

Ego, Esencia y Transformación
Bases Para Una Terapia Corporal Integrativa
En esta obra se contempla al ser humano como una unidad funcional en la que nuestro cuerpo es el contenedor de nuestro ser esencial y nuestro ego o personalidad.
Básicamente plantea un proceso de autoconocimiento y trabajo sobre sí que nos puede llevar a recuperar el contacto con nuestro ser esencial, amoroso y compasivo, libre y espontáneo que es lo que verdaderamente somos.
El objetivo es el desarrollo y evolución de la conciencia para que pueda guiarnos desde el conocimiento de los personajes internos que configuran nuestro ego y determinan los patrones de conducta aprendidos hasta el contacto con nuestro verdadero yo.
El libro se acompaña de numerosas prácticas y ejercicios que facilitan el proceso de autoconocimiento y transformación.